Todo libro editado desde la invención de la imprenta hasta principios del siglo XVI es un incunable.
Aún hoy es muy difícil distinguir entre un manuscrito y un impreso de aquella época ya que el objetivo del nuevo oficio era imitar de la manera más fiel posible los textos, ornamentos e iluminaciones realizadas por escribas o copistas.
Un ejemplo de incunable es la famosa Biblia de 42 líneas o Biblia de Mazarino, impresa por Johannes Gutenberg en 1456, de la cual han subsistido 46 ejemplares, 12 de ellos impresos en pergamino.